Conquista Incaica
El Inca traía un ejército numeroso, aguerrido y bien disciplinado; y los Huancabambas (aliados meridionales de los Cañaris) se desplazaron a los montes y a los cerros, donde algunos se dejaron morir de hambre antes que sujetarse a la obediencia del Inca.
El triunfo sobre los Paltas fue todavía más completo, porque ellos mismos se rindieron y pudieron ser incorporados al Imperio de los Incas. No obstante tanta docilidad, Túpac Yupanqui sacó algunos millares de ellos y los mandó lejos de su territorio a las provincias remotas del Collao, y pobló de mitimaes traídos de otras provincias la tierra de los Paltas. Las fortalezas, que habían preparado en las alturas de Saraguro, de nada les sirvieron, porque la presencia de las tropas del Inca en el valle les hizo comprender que era inútil toda resistencia.
Vencidos y sujetos los Paltas, Túpac Yupanqui se aprestó a la conquista de los Cañaris. Los Cañaris eran numerosos, y estaban desde mucho tiempo atrás haciéndose notar en silencio para la defensa de sus tierras y de su independencia: habían celebrado una junta de todos sus régulos y elegido por jefe a Dumma y tenían además a punto un ejército considerable.
Túpac Yupanqui reconoció que no debía perder tiempo ni darles a los Cañaris espacio para forticarse más: precipitóse, pues con sus tropas y atacó a los enemigos, esperando vencerlos, si los tomaba de sorpresa; pero se equivocó, porque los Cañaris estaban sobre aviso, y tenían ocupados todos los pasos difíciles. El combate fue, pues, reñido y el Inca retrocedió precipitadamente hasta Saraguro, viendo que no era tan hacedera como se había imaginado, la conquista de unas tribus tan astutas como belicosas. La derrota del Inca les infundió nuevo brío a los Cañaris y, combinando el valor con las estratagemas, se entendieron secretamente con los Paltas, animándolos a deshacerse del Inca: empresa tan arriesgada acobardó a los Paltas y, después de consultar con sus hechiceros lo que debían hacer, resolvieron dar aviso a Túpac Yupanqui de la propuesta de los Cañaris. El orgullo de Túpac Yupanqui se sintió ofendido con semejantes intentos, y formó la resolución de no regresar al Cuzco sin haber sujetado primero a su obediencia a los Cañaris. Pidió tropas de refuerzo a todo el imperio; y mientras éstas le llegaban, se puso a construir una fortaleza entre los límites de los Paltas y de los Cañaris.
Sabiendo éstos los preparativos del Inca y viendo las obras o aprestos de guerra que había comenzado, decayó el ánimo, y el vigor con que resistieron a la primera acometida, se trocó en desaliento. Comenzaron a discurrir sobre las ventajas de la paz y, al fin, concluyeron por enviar emisarios al Inca, encargados de ofrecerle la obediencia y sumisión a su imperio. Los Cañaris tenían fama de hombres doblados y muy volubles, por lo que el Inca no se fió de ellos al principio, sino que tomó medidas para su seguridad y exigió, como una de ellas, que Dumma y los otros régulos entregaran a sus propios hijos en rehenes, lo que se verificó. Asegurando Túpac Yupanqui con esta medida, se puso en camino para la provincia del Azuay; pero antes de entrar en ella personalmente, hizo que se adelantara el jefe de su mayor confianza, para que le dispusiera alojamiento digno de su persona, y también para que sondeara el ánimo de los Cañaris y descubriera si meditaban alguna traición.

Los Cañaris recibieron al enviado del Inca con grandes agasajos, y en muy corto tiempo construyeron un palacio en el que hospedar al nuevo soberano; y cuando éste se presentó, al fin, en sus tierras, le salieron al encuentro, dándole públicas y solemnes manifestaciones de acatamiento sincero y de fiesta y regocijo. Túpac Yupanqui se mantuvo largo tiempo en la provincia de Azuay, mandó sacar un número considerable de sus naturales y llevarlos a al Cuzco; hizo tender puentes en los ríos y dispuso la construcción de varios edificios, tanto religiosos como profanos, deseando ganarse el afecto de los Cañaris y tenerlos sujetos, bajo su orden se edificó Pumapungo.
Años después Huayna Cápac regresó al norte del Imperio para aplacar la rebelión de las tribus norteñas y por ello se instaló en Tomebamba. En el cacicazgo de Molleturo hizo un templo y un tambo, convirtiendo a este lugar en el centro que administraba y cobraba los impuestos a los pueblos de la costa norte del Imperio Inca. El cacicazgo de Hatun Cañar se renombró como Ingapirca y ahí se edificó un palacio para la adoración a Inti (dios Sol), por la magnificencia y suntuosidad del palacio este se transformó en el más famoso del norte del Imperio.
Siguiendo la tradición cañari, Huayna Cápac dio fama e importancia a la laguna de Culebrillas, transformando a este adoratorio cañari en un adoratorio de gran importancia en el norte del Imperio, haciendo que su fama se llegue a comparar con el Pachacámac de Lima; aquí adornó las construcciones cañaris y edificó un suntuoso tambo para el uso del Inca.
La ciudad de Tomebamba tenía el objetivo de administrar todo el norte del imperio y ser el hogar del Inca, bajo su dominio en esta ciudad edificó un templo de adoración a Quilla (diosa luna), otro para la adoración del dios Viracocha, otro para la adoración al Inti/dios Sol (aunque se piensa que este en realidad es Ingapirca), al palacio de Pumapungo lo amplió y adornó, lo más significativo de esta ampliación fue un adoratorio que hizo, en este colocó una estatua de oro a tamaño real de su difunta madre Mama Ocllo.
También bajo su dominio construyó bastantes tambos y edificios para la élite inca por todo el territorio cañari, incluyendo al templo del dios Sol en Cañaribamba (hoy conocido como Yungüilla), varios palacios públicos en Yacuviñay y baños rituales y de descanso en Coyoctor, entre otros. Huayna Cápac transformó todo el territorio cañari, denominado por los cronistas Provincia de Cañar o Provincia de Tomebamba, con su centro en la ciudad de Tomebamba, en la capital norteña del Imperio, la cual gracias a sus suntuosos palacios empezó a competir con la ciudad del Cuzco.
Huáscar y Atahualpa
Durante la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, los Cañaris tomaron partido por Huáscar. Tras conseguir el apoyo de la confederación norteña (Caranquis-Quitus-Puruhaes), Atahualpa bajó a Tomebamba para pactar una alianza con los Cañaris. Sin embargo estos ya habían tomado el partido de Huáscar, por lo que acabaron con la guardia de Atahualpa y lo tomaron preso.

Atahualpa fue ayudado a escapar por propios del lugar. Probablemente le guardaban afecto por todo el tiempo que vivió su padre en esa ciudad. Retornado a Quito, reunió a sus ejércitos y regresó a la provincia, haciendo una masacre generalizada de todos los Cañaris. Los que sobrevivieron huyeron y se atrincheraron en Yacuviñay (cuando Cieza de León llegó a territorio cañari dijo que las mujeres superaban en 15 a 1 a los hombres). Además de esto, Atahualpa destruyó Tomebamba. Antes de la destrucción, el cacique cañari y el gobernador cuzqueño de la ciudad huyeron con todo el ejército hasta Cajamarca, en donde esperaron refuerzos. Recibiendo el apoyo del general huascarista Atoc, regresaron al norte y lograron expulsar a Atahualpa de Tomebamba. Sin embargo, Atoc murió en la batalla. Después partieron al norte en busca del ejército de Atahualpa, que se había retirado, y volvieron a enfrentarse. Esta vez Atahualpa, recibiendo el apoyo de sus generales Calicuchima y Quisquis, derrotó al ejército cañari-huascarista y mataron al cacique cañari Urco Colla. Luego de eso otro cacique cañari tomó el control del ejército y huyeron hacia el Cuzco dejando a Atahualpa libertad para controlar Tomebamba.
Durante la batalla final entre las fuerzas de Atahualpa y Huáscar, acaecida en las afueras del Cuzco, los Cañaris pelearon a favor de Huáscar. Una vez derrotado éste, salieron del Cuzco y regresaron a su tierra al norte del Imperio.
Conquista Española
Después de que Francisco Pizarro capturase a Atahualpa en Cajamarca, los Cañaris bajaron a ver al español. Su odio contra Atahualpa era tan fuerte que fueron el primer grupo étnico del Imperio Inca en aliarse con los conquistadores. Poco tiempo después de que se unieran los Cañaris, Pizarro recibiría también el apoyo de los Chachapoyas, Huaylas y del huascarista Manco Inca. Con todos estos partió a la conquista del Cuzco.
Según otra versión cuando Francisco Pizarro arribó a Túmbez, tuvo noticias que los Cañaris eran contrarios al gobernante Atahualpa. Los Cañaris esperaban que los españoles los libraran del poder atahualpista y Pizarro incorporó a los Cañaris como parte de sus tropas para enfrentarse con Atahualpa y la resistencia inca. Es decir, cuando Pizarro llegó a Cajamarca ya contaba con el apoyo de los Cañaris.

Sea como fuere poco tiempo después de la partida de Pizarro, otro grupo de Cañaris bajaron a Túmbez y negociaron con Sebastián de Benalcázar. Le ofrecieron las riquezas y tesoros de Quito si éste les ayudaba a librarse del dominio que ejercía Rumiñahui desde dicha ciudad. Así, acompañado por un fuerte ejército cañari, el español Sebastián de Benalcázar partió a la Conquista de Quito, se enfrentó a los ejércitos de Rumiñahui en las faldas del volcán Tungurahua (otros dicen que fue el Cotopaxi), lucharon durante todo el día y al anochecer cesaron el combate y acamparon. Si bien ambos ejércitos habían perdido muchos hombres, Rumiñahui se perfilaba como el claro vencedor. En la madrugada el volcán entró en erupción y tanto Rumiñahui como su ejército lo interpretaron como una señal de derrota, por lo que se retiraron. Regresaron a Quito y destruyeron la ciudad, para que los españoles no consiguieran nada.
Al siguiente día los Cañaris y Benalcázar, asombrados de no ver a Rumiñahui, partieron hacia el norte, llegaron a la ciudad de Liribamba, donde descansaron durante dos días, y siguieron su marcha hacía Quito. Al llegar contemplaron la ciudad completamente destruida. Ni siquiera un ínfimo tambo logró escapar a la destrucción de Rumiñahui.
Durante la conquista, los Cañaris aceptaron el dominio español y se convirtieron a la religión cristiana, guerreando durante años contra los Incas rebeldes de Vilcabamba. Finalmente Cañaris y españoles derrotaron a los Incas en la Batalla de Sacsayhuamán.
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